Paleo para los amantes del ejercicio
Miércoles
de Paleo.
Hoy
valoraremos nuestro régimen alimenticio y veremos si es conveniente para
quienes hacen ejercicio y requieren de mayor fuerza para llevarlo a cabo.
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olvides visitar mis redes sociales, donde encontrarás material adicional
enfocado a potenciar tu salud interior y física.
Saludos.
Examinamos la paleodieta,
¿es buena para los amantes de la fuerza?
Al pensar
en la paleodieta la primera pregunta que no hacemos es si realmente tiene fundamento científico, pues
vamos a verlo:
Dieta del
hombre de las cavernas, dieta paleolítica… o como quieras llamarla, la “dieta
paleo” es sin duda una de las más populares de los últimos tiempos. Pero no
resulta sencillo seguirla, entre otras cuestiones porque existen muchas
variantes y el significado de este tipo de alimentación se ha visto manipulado
con diversos fines.
Uno de
los conceptos erróneos alrededor de la dieta paleolítica o evolutiva, es la
idea de que se pretende reproducir fielmente la forma de alimentarse durante
esa época. Esto está totalmente fuera de lugar, ya que ciertamente no es
posible, o sería muy difícil, consumir alimentos en el mismo estado y del mismo
modo que lo hacían nuestros antepasados. De lo que se trata, por tanto, es de
diseñar estudios de intervención que tengan en cuenta las características de
este tipo de dietas para mejorar la forma de alimentarnos en la actualidad.
En
relación al tipo de alimentación, una de las críticas más habituales, es la de
que no existía un único patrón, y que este era variable en función del
ecosistema. Y esto es totalmente cierto, por lo que es más útil y claro definir
la paleodieta en función de los alimentos excluidos. Lo que sabemos con total
seguridad es que hasta la aparición de la revolución agrícola, el consumo de
cereales, legumbres y lácteos era anecdótico, ocasional y oportunista. A esto
hay que sumar la aparición hace unos 200 años, con la revolución industrial, de
los alimentos procesados ricos en azúcares, grasas y sal y derivados de harinas
refinadas, lácteos o cárnicos. Por ello, la exclusión de estos últimos es lo
que realmente define a la paleodieta, dejando una gran flexibilidad en cuanto al
resto de grupos de alimentos se refiere y a porcentajes de macronutrientes.
Tenemos ejemplos de poblaciones contemporáneas no occidentalizadas, con
patrones alimentarios muy variados, algunos casi totalmente carnívoros, otros
prácticamente vegetarianos y con porcentajes de macronutrientes muy distintos,
pero todos en común con exclusión de procesados de su dieta. Y en todos se
observa una bajísima incidencia de enfermedades en su civilización.
El gran
mito que rodea a las dietas paleolíticas es el de su contenido en proteínas. Es
cierto que, en el llamado “movimiento paleo”, especialmente desde sus
promotores en Estados Unidos, se ha vinculado este tipo de dietas con un
contenido proteico elevado o bajo de carbohidratos. Esto es consecuencia de la
dieta de tipo occidental, con un alto aporte calórico a partir de azúcares y
harinas refinadas.
Cuando se
dice que se elimine de la dieta este tipo de alimentos, si no se compensa
adecuadamente el aporte de carbohidratos a partir de frutas, tubérculos y
verduras, podemos caer en una dieta con un contenido moderado o bajo de este
macronutriente y aumentado en proteínas. Este es un punto cada vez más
criticado por los propios investigadores, quienes señalan que es un error no
incluir en la dieta cantidades importantes de frutas, verduras y tubérculos,
por su aporte en carbohidratos, micronutrientes y fibra soluble, aspecto este
último que además es de gran importancia para el mantenimiento de una
microbiota saludable (la población de microorganismos que pueblan nuestro
instentino y otras áreas y que común y erróneamente se suele llama flora).
Obviamente,
no se puede argumentar que una dieta de tipo paleolítico sea perjudicial para
el hígado o el riñón. En primer lugar, porque, como ya hemos dicho, no hay
fundamento para que sea necesariamente una dieta alta en proteínas. En segundo
lugar, porque aunque lo fuera, no tenemos estudios todavía a largo plazo (más
de dos años) que demuestren que las dietas moderadas o altas en proteínas sean
perjudiciales para el riñón de personas sanas (no así en personas con patología
renal preexistente). Y en cuanto al daño hepático, es una afirmación sin ningún
fundamento.
¿Deportista "paleo"?
En el
mundo deportivo son ya conocidos los casos de equipos o atletas profesionales
que basan su alimentación en un patrón similar a la paleodieta. Una de las
primeras preguntas que se plantean es si es posible alcanzar la ingesta
calórica requerida. Aunque existe una marcada tendencia de diferentes medios y
divulgadores que relacionan la paleodieta con una especie de fobia hacia los
hidratos de carbono, nada más lejos de la realidad. De hecho, a pesar de que
ciertas investigaciones relacionen la mejora del rendimiento en deportes de
resistencia con dietas cetogénicas (con un bajo contenido en hidratos de
carbono), un gran peso de la evidencia científica apunta a la necesidad de una
ingesta adecuada de hidratos de carbono con el objetivo de un óptimo
rendimiento.
Para
ello, y como siempre, lo primero será definir cuál es nuestro objetivo
nutricional en cuanto a ingesta calórica total, g/kg/día de proteína y de
carbohidratos, entre otros. A partir de ahí, se trataría de diseñar la dieta
tomando como base los grupos de alimentos señalados. Es cierto que la densidad
calórica se va a reducir al eliminar el consumo de procesados y refinados a
base de azúcares simples, harinas refinadas y grasas, pero es posible utilizar
fuentes ricas en carbohidratos (y mucho más interesantes nutricionalmente que
la pasta) como ciertas frutas y tubérculos. En relación a estos últimos, el
mundo no se acaba en la patata, y tenemos a nuestra disposición otros como la
batata, los boniatos, la misma zanahoria, la calabaza, o la yuca, con una alta
densidad de carbohidratos. La fruta seca (dátiles, pasas, ciruelas secas,
albaricoques, etc.) puede ser una buena ayuda para aumentar el contenido en
carbohidratos de la dieta y para las ingestas de apoyo. En cualquier caso, y si
no fuera posible alcanzar el objetivo, siempre se podría recurrir a
suplementación, especialmente durante, antes y/o después del entrenamiento.
También
sería interesante valorar de forma individual la tolerancia a cereales o
pseudocereales como el arroz, el trigo sarraceno, la avena, o la quinoa, puesto
que la experiencia clínica señala que pueden ser bien tolerados y menos
problemáticos que el trigo, y podrían facilitar ese apoyo extra en caso de
necesitar ingestas calóricas muy elevadas en ciertos días o sesiones de la
temporada. No estaríamos ajustándonos estrictamente al concepto de dieta
paleolítica, pero en cualquier caso, estaríamos individualizando la dieta, como
debe ser el objetivo, adaptándola a las necesidades de cada uno y,
posiblemente, mejorando la adherencia a la propuesta nutricional. Además, esto
permitiría reducir puntualmente la ingesta de fibra dietética manteniendo la de
carbohidratos, ya que la cantidad de fibra ingerida puede ser muy elevada con
este tipo de dietas ricas en frutas, verduras y tubérculos, y ser problemática
en días de entrenamientos de cierta duración e intensidad.
Vía
Sportlife
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